Translate

martes, 29 de abril de 2014

Oculus: el espejo siniestro

La película Oculus llega a su segunda semana en la cartelera potosina. Dirigida, escrita y editada por Mike Flanagan, se inscribe en el género del terror y lo fantástico. Narra la historia de dos hermanos, cuyo padre mató a su madre después de torturarla y estuvo a punto de hacer lo propio con ellos. El menor sale de una prolongada estancia en el sanatorio mental y su hermana le pide que juntos destruyan el espejo en donde habita una entidad diabólica que poseyó a sus padres y que ocasionó su tragedia.
A simple vista el argumento no aporta demasiado, pero eso ocurre mucho veces: en el género del terror las películas no pueden siempre ser bien evaluadas por su anécdota. Hagan el intento de resumir la trama de obras maestras como El bebé de Rosemary (Rosemary's Baby: Roman Polansky. Estados Unidos, 1968) o El exorcista (The Exorcist: William Friedkin. Estados Unidos, 1973) para constatar que no abunda la verosimilitud. A fin de cuentas, en este tipo de cine las constantes son lo siniestro, lo inhumano y los límites de la razón.
El cine fantástico y de terror muchas se equipara con el thriller, es decir, con las películas con efecto de shock, cuyo mérito es mantenernos a los espectadores al borde del asiento haciéndonos sentir miedo, angustia o desazón. Los buscadores de estas emociones corren el riesgo de desilusionarse de Oculus. La película carece de una estrategia narrativa centrada en las sorpresas y la manipulación de las emociones.
Incluso hasta podríamos decir que su guión peca de intelectual. Me imagino a mis amigos entusiastas del psicoanálisis desmenuzando los conflictos de los personajes e identificando los mitos de Medea y de Edipo. Eso por si no es malo. En el género del terror se dan rienda suelta a los miedos conscientes e inconscientes, sociales e individuales. Pero en Oculus parece demasiada evidente la intención de ilustrar esos temas. No puedo dejar de pensar en los guionistas con las obras del Sigmund Freud a su lado al momento de escribir.
Lo que si es digno de destacar es la forma en que se cuenta la anécdota y cómo está editada la película. Hay dos líneas temporales, una en donde los protagonistas son niños y otra donde son adultos, que se entrelazan constantemente, rápidamente, con agilidad.
Estos saltos en el tiempo se logran con una cuidada edición que utiliza continuamente los emparejamientos. Un ejemplo: en un plano vemos al protagonista niño bajando las escaleras y en el siguiente es un adulto. La composición fotográfica guarda grandes similitudes en ambos y ello nos hace pensar en una repetición de la historia hasta el infinito.
Otro mérito de la edición es cuando nos hace dudar de la lógica de la acción. Otro ejemplo: el padre se quita de manera violenta una cinta médica, un “curita” como los conocemos y se hiere de una manera sangrienta. Inmediatamente después tiene la curita puesta, sin gota de sangre. Eso nos hace dudar de que si lo que ocurre pasa realmente o sólo es producto de mentes enfermas. Y se logra con el simple recurso de pegar dos trozos de película. Eso es cine.
Me es difícil emitir un juicio definitivo sobre Oculus. Por un lado la percibo hiperintelectualizada y por otro le encuentro méritos en aspectos estrictamente fílmicos. Al parecer son sus últimos días en cartelera. Le dejo la última opinión al público.

No hay comentarios:

Publicar un comentario