La
película Oculus llega a su segunda semana en la cartelera potosina.
Dirigida, escrita y editada por Mike Flanagan, se inscribe en el
género del terror y lo fantástico. Narra la historia de dos
hermanos, cuyo padre mató a su madre después de torturarla y estuvo
a punto de hacer lo propio con ellos. El menor sale de una prolongada
estancia en el sanatorio mental y su hermana le pide que juntos
destruyan el espejo en donde habita una entidad diabólica que poseyó
a sus padres y que ocasionó su tragedia.
A
simple vista el argumento no aporta demasiado, pero eso ocurre mucho
veces: en el género del terror las películas no pueden siempre ser
bien evaluadas por su anécdota. Hagan el intento de resumir la trama
de obras maestras como El bebé de Rosemary (Rosemary's Baby:
Roman Polansky. Estados Unidos, 1968) o El exorcista (The
Exorcist: William Friedkin. Estados Unidos, 1973) para constatar que
no abunda la verosimilitud. A fin de cuentas, en este tipo de cine
las constantes son lo siniestro, lo inhumano y los límites de la
razón.
El
cine fantástico y de terror muchas se equipara con el thriller,
es decir, con las películas con efecto de shock, cuyo mérito
es mantenernos a los espectadores al borde del asiento haciéndonos
sentir miedo, angustia o desazón. Los buscadores de estas emociones
corren el riesgo de desilusionarse de Oculus. La película carece de
una estrategia narrativa centrada en las sorpresas y la manipulación
de las emociones.
Incluso
hasta podríamos decir que su guión peca de intelectual. Me imagino
a mis amigos entusiastas del psicoanálisis desmenuzando los
conflictos de los personajes e identificando los mitos de Medea y de
Edipo. Eso por si no es malo. En el género del terror se dan rienda
suelta a los miedos conscientes e inconscientes, sociales e
individuales. Pero en Oculus parece demasiada evidente la intención
de ilustrar esos temas. No puedo dejar de pensar en los guionistas
con las obras del Sigmund Freud a su lado al momento de escribir.
Lo
que si es digno de destacar es la forma en que se cuenta la anécdota
y cómo está editada la película. Hay dos líneas temporales, una
en donde los protagonistas son niños y otra donde son adultos, que
se entrelazan constantemente, rápidamente, con agilidad.
Estos
saltos en el tiempo se logran con una cuidada edición que utiliza
continuamente los emparejamientos. Un ejemplo: en un plano vemos al
protagonista niño bajando las escaleras y en el siguiente es un
adulto. La composición fotográfica guarda grandes similitudes en
ambos y ello nos hace pensar en una repetición de la historia hasta
el infinito.
Otro
mérito de la edición es cuando nos hace dudar de la lógica de la
acción. Otro ejemplo: el padre se quita de manera violenta una cinta
médica, un “curita” como los conocemos y se hiere de una manera
sangrienta. Inmediatamente después tiene la curita puesta, sin gota
de sangre. Eso nos hace dudar de que si lo que ocurre pasa realmente
o sólo es producto de mentes enfermas. Y se logra con el simple
recurso de pegar dos trozos de película. Eso es cine.
Me
es difícil emitir un juicio definitivo sobre Oculus. Por un lado la
percibo hiperintelectualizada y por otro le encuentro méritos en
aspectos estrictamente fílmicos. Al parecer son sus últimos días
en cartelera. Le dejo la última opinión al público.
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