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miércoles, 9 de julio de 2014

El Gran Hotel Budapest


Finalmente llegó a la cartelera potosina El Gran Hotel Budapest. (The Grand Budapest Hotel. Estados Unidos y Alemania. 2014). Todos aquellos a quienes les gustó Moonrise Kingdon – Un reino bajo la luna (Moonrise Kingdom. Estados Unidos. 2012) deben apurarse si quieren ver en el cine la última película de su director, Wes Anderson. A esta bella y original película - El Gran Hotel Budapest - se le augura poco tiempo en pantalla. Trataré de exponer argumentos.
Hay algunos directores de cine que requieren de escasos segundos en pantalla para que los espectadores reconozcan una película suya. Es el caso de Wes Anderson, quien ha desarrollado un original estilo visual, basado en ubicar a los personajes frente a la cámara, generando encuadres simétricos y moviéndola rápidamente sobre su eje y lentamente de forma vertical y horizontal. Sobre la estética de la imagen en Anderson, se recomienda ampliamente el texto de DavidBordwell, cuyo link está activo sobre su nombre.
Los personajes que pueblas las ficciones de Anderson tampoco son comunes. Suelen ser escritores o artistas dotados de una inteligencia extraordinaria pero incapaces de escapar de su jaula de melancolía. El espacio donde se mueven también resulta singular. Wes Anderson pertenece a ese tipo de directores obsesionados con la composición del cuadro y con el diseño de los escenarios, como lo eran Stanley Kubrick y Yasujirō Ozu y lo es por temporadas Lars von Trier.
Resultado de esta obsesión, en el primero de los casos, son imágenes autosuficientes, que parecen contener toda la película, en las que es raro (si no imposible) encontrar un solo error de composición y denotan un trabajo meticuloso, una lucha por imponer una mirada propia en cada una de las imágenes de la película.
El caso de los escenarios es mas singular el trabajo de Anderson. Desde hace varios años ha renunciado al realismo. Los lugares donde transcurren las acciones son como casas de muñecas. Abundan las miniaturas y las imágenes generadas por computadora que emparentan sus filmes, hechos con actores reales, con ciertas películas de animación, no en balde ya ha realizado un proyecto con esa técnica llamado El fantástico Sr. Zorro (Fantastic Mr. Fox. Estados Unidos. 2009).
Wes Anderson es de esos directores capaces de convocar a repartos extraordinarios. La lista de caras famosas en El Gran Hotel Budapest es abrumante: Ralph Fiennes, F. Murray Abraham, Adrien Brody, Willem Dafoe, Harvey Keitel, Jude Law, Bil Murray y Edward Norton forman parte de una lista que en este caso no pretende ser exhaustiva.
Buscando defectos, se puede decir que la estructura dramática de El Gran Hotel Budapest es la mas convencional que ha usado Anderson. Sigue el modelo del hombre acusado de un crimen que no cometió que debe demostrar su inocencia para conservar la libertad, el estatus social y la vida.
Pero cuando vemos al personaje principal nos queda claro que no tiene comparación en todo el cine actual, o por lo menos en el estadounidense.
M. Gustav, interpretado por Ralph Fiennes es el gerente del Gran Hotel Budapest, ubicado en un imaginario país del este de Europa en el año 1932. Es un obsesionado con su trabajo: ningún detalle de atención a sus huéspedes se le puede escapar. Además es un declamador de poesía y práctica una gerontofilia gozosa. Precisamente la pasión que le despiertan la provectas damas lo hacen sospechoso cuando su amante de 82 años es asesinada. Los herederos lo quieren fuera de la jugada y la policía va detrás de él.
Dicho lo anterior podría parecer una película al estilo de Alfred Hitchcock, pero el suspenso se rompe desde el principio, cuando uno de los personajes principales nos narra la historia desde la vejez. Aunque realmente, la película es narrada por dos personajes distintos desde dos futuros diferentes. Una chica lee un libro llamado El Gran Hotel Budapest en un tiempo que podría ser el presente. En 1985, el autor cuenta la historia de cómo lo escribió y mucho antes un protagonista de la historia se la cuenta al escritor. Estos saltos en el tiempo en el tiempo son reforzados por cambios en el aspecto de la imagen, que va de las composiciones cuadradas (formato académico) hasta las exageradamente alargadas (el cinemascope). Es un juego narrativo complejo y original que debería explicarse y valorarse mas detenidamente.
Pero la simple anécdota de la anciana muerta y del amante acusado de asesinato es suficiente para armar una película convencional. Pero El Gran Hotel Budapest no lo es. Los diálogos, por ejemplo, están escritos con una complejidad poco habitual. Resultan tan ampulosos como sus personajes, pero rompen la solemnidad maldiciendo al final de elaboradísimas frases. Eso se le debe sumar a la cuenta de riesgos que corre el director, mezclando formatos, exagerando los colores de los escenarios y renunciando al realismo.
Para rematar sin agotar la película se debe por lo menos apuntar que Anderson aborda un tema que es muy importante para nuestros tiempos y nuestra realidad. El fiel aliado de Monsieur Gustav es Moustafa Zero (Tony Revolori), un refugiado del norte de África que llega a Europa huyendo de la guerra y se encuentra con los regímenes fascistas que pretenden expulsarlo, pero también con el sugerente del personaje de su novia, Agatha (Saoirse Ronan) la pastelera que tiene un enorme lunar en la mejilla con la forma de un mapa de México.
Podemos decir que cada película de Wes Anderson es un acontecimiento. Hay pocos directores tan originales en el cine estadounidense. También se puedo prever que El Gran Hotel Budapest se colará a la lista de la mejores películas de 2014. Resulta digno de comentario que haya llegado tan tarde y a tan pocas salas. De hecho ni la Cineteca Nacional ni la Cineteca Alameda pudieron incluirla en la última Muestra Internacional de Cine, donde debimos de verla visto hace un par de meses.
Ahora Cinépolis la estrena en pocas funciones, en medio de la vorágine mundialista que también invade las pantallas de los cines, no solamente los comerciales, sino también de los, así llamados, circuitos de arte.
Entiendo que los partidos de la selección nacional son muchos mas redituables que una película de Wes Anderson tanto para una empresa como Cinépolis como para los políticos que dirigen la Cineteca Alameda, la administración de la cultura y el gobierno del estado en general. Pero el retraso en el estreno de El Gran Hotel Budapest ha alejado a los cinéfilos que serían su público natural. El video casero ya se estrenó a nivel internacional y hay muchas formas de verla que los ansiosos admiradores de Anderson seguramente ya agotaron.
Lástima, así se va muriendo el hábito de ver el cine todos juntos en salas cinematográficas, de compartir asombros y gozos, generando además vínculos solidarios.

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