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lunes, 18 de agosto de 2014

Más negro que la noche

El mero hecho de hacer una nueva versión de Mas negro que la noche (México), la película dirigida en 1975 por Carlos Enrique Taboada puede ser interpretado de varias maneras: falta de respeto a una obra altamente valorada, incapacidad creativa que obliga a repetir en vez de crear, ambición excesiva de éxito popular inmediato o de reconocimiento a los realizadores de habilidades y talentos de algún tipo.
Lo cierto es que hace tiempo que yo no veía una película tan llena de desaciertos en su concepción y ejecución. Me es imposible agotarlos en una entrada de proporciones razonables y con tan solo un visionado de la película. Y verla por segunda vez sería un hecho que podría ser interpretado de varias maneras: puede ser masoquismo excesivo, estulticia crónica o vocación martirológica.
Vayamos con la parte del guión. Hacer un remake de una obra con prestigio es un juego donde siempre se pierde, ya que mutar el original siempre podría verse como una traición y calcar la anécdota implica delimitar demasiado el rango de novedad. En el caso de Más negro que la noche, dirigida por Henry Bedwell y estrenada la semana pasada, otra vez es la historia de una heredera, en este caso Greta, interpretada por Zuria Vega que se va a vivir a la casona que había sido propiedad de su tía Susana. La condición es cuidar al gato Becker, felino altamente apreciado por la difunta.
Llegan a la casa (donde desde el primer momento es obvio que espantan) no sólo Greta, sino también sus roomates: María (Adriana Louvier), la miedosa escritora que ahoga al gato Becker en venganza por haber matado a su mascota; Pilar (Eréndira Ibarra), cuñada de Greta aparentemente medio lesbiana y Vicky (Ona Casamiquela), una española adicta a la cocaína que además le pone el cuerno a su anfitriona. Todas ellas conforman un reparto muy antipático y plagado de evidentes disturbios de alimentación que los realizadores pretenden hacer pasar por sensualidad.
En la casa habita el ama de llaves, en esta ocasión interpretada por Margarita Sanz, mas que solvente actriz, ganadora de tres Arieles y con capacidades histriónicas fuera de toda duda. Pero: ¿qué puede hacer incluso una actriz como ella con un guión donde los diálogos carecen hasta de concordancias gramaticales, ya no hablemos de profundidad o maestría? Probablemente estará preguntándose cómo acepto no sólo interpretar ese papel, sino hasta ser productora del proyecto.
Y bueno, la cereza en el pastel es Miguel Rodarte, un actor generalmente simpático y competente que, en este caso, vuelve al final de la película para demostrarnos que el guionista no era imbécil y no lo había olvidado en algún punto de la historia. El personaje de Rodarte regresa y mejor no lo hubiera hecho, ya que padeció una de las muertes mas estúpidas del cine mexicano. Créanme: vale la pena quedarse después de lo créditos a verla.
Quizá los realizadores de Más negro que la noche versión 2014 justifiquen su remake por que incluye la técnica de 3D. En un principio parece que habrá una utilización mas o menos continua y al parecer efectiva del recurso: la cámara ocupa posiciones bajas, hay una escalera en la mansión que permite el relieve, pasan objetos y presencias frente a la cámara en un primer plano. Vaya, los recursos mínimos para una película en tercera dimensión.
Pero después eso cae en el olvido. En el original de Carlos Enrique Taboada, las protagonistas van muriendo poco a poco. En esta se deja sus muertes para el final, en un clímax de violencia que no justifica  mas de una hora previa de aburrimiento irredento y que además está filmado de forma tan convencional que no aprovecha los recursos del cine en relieve.
Otro asunto técnico a destacar son las gráficas digitales. Al parecer el presupuesto de la cinta no fue suficiente para generar unas imágenes de la fachada de la casa mínimamente convincentes, con algo de textura que las hiciera lucir distintas a los primeros cortometrajes de Pixar en la década de 1980 (The Adventures of André and Wally B. Dirección Alvy Ray Smith. Estados Unidos,1984).
Más negro que la noche, de Carlos Enrique Taboada, estrenada en 1975, es la tercera de su tetralogía del terror. De las cuatro películas es quizá la mas apegada al género. Incluye elementos como la mansión embrujada, el gato y el castigo a la sexualidad de sus protagonistas. Sin embargo, la película funciona por el gran oficio de su realizador. En el caso del remake, todo se repite pero de una manera degradada, y cuando se introducen variables están tan mal filmadas que fallan en lo mínimo que se le exige al género: producir temor. Y lo digo yo, que padezco de miedo con casi cualquier película que se lo proponga. A excepción de esta.
Estamos ante una película para el olvido. Cualquier insistencia que haga sobre ella corre el riesgo de volverse escarnio. Por eso, mejor paro aquí mi comentario. Y les sugiero a productores y directores que mejor no se metan con la única película de terror de Taboada que no han vuelto a filmar: Veneno para las hadas (México, 1984).

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