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domingo, 26 de octubre de 2014

Annabelle


Hay funciones de cine que reviven algún aspecto de nuestra juventud: nos hacen volver a mirar la pantalla con gusto, alegría de vivir y desenfado, es decir, con actitudes que se pierden con los años y que deben prevalecer ante ciertas películas.
Por ello fue buena idea ir a ver Annabelle (Director: John R. Leonetti. País: Estados Unidos. Año: 2014) un sábado en la noche, en una sala comercial repleta de adolescentes, quienes finalmente hicieron soportable ver una película tan deficiente.
Los chavos haciendo comentarios a todo volumen, cortos y oportunos, dan pie para reflexionar sobre el contrato que se establece entre el espectador y la película al momento de comprar un boleto.
Primero dejaron ver una expectativa. Annabelle es la precuela de otra película (El conjuro. Título original: The Conjuring. James Wang. Estados Unidos. 2013) de cierto interés y al parecer enraizada en el interés juvenil que despierta el género de horror, por lo que ellos, los jóvenes espectadores, esperaban sentir miedo al momento de ver la película.
Los antecedentes estaban claros: la trama gira alrededor de una muñeca poseída por un demonio, que en esta ocasión es adquirida dos veces, en una de ellas por un matrimonio católico conformado por un ama de casa y un médico que esperan a un bebé.
Annabelle es un catálogo de buenas ideas desperdiciadas. La acción transcurre en California en la década de los sesentas, cuando en los noticieros es la comidilla los asesinatos rituales de “La Familia” de Charles Manson.
La referencia es riquísima, dado que el asunto está íntimamente ligado con el cine vía Roman Polanski, quien perdiera a su hijo nonato y a su esposa Sharon Tate en un ataque de este grupo satánico y que dirigiera El bebé de Rosemary (Rosemary's Baby. Estados Unidos. 1969), la película que otorgó legitimidad al demonismo en las grandes ligas del cine estadounidense.
La acción en Annabelle arranca con un asesinato múltiple que pudiera ser una réplica de las acciones de “La Familia” Manson. En ese hecho de sangre queda marcada la muñeca. No queda claro si poseída por el fantasma de una de las asesinas o simplemente como vehículo de un demonio en busca de almas.
La simple presencia de la muñeca se vuelve motivo de angustia en un primer momento para los espectadores, dispuestos a sentir miedo aunque no lo aceptaran. Los jóvenes del sábado por la noche no dejaron pasar las primeras apariciones de la muñeca en pantalla para expresar, ya fuera su propia angustia o aparentes escarnios a quienes, de sus acompañantes, estaban seguros que padecerían temor.
Pero este efecto se agota muy pronto y el discurso del satanismo en la cultura estadounidense no deja de ser una referencia muy vaga. La película se concentra en la vida del matrimonio católico, que resulta bastante anodino en cuanto a sus detalles cotidianos y muy estúpido al momento de enfrentar el conflicto con el demonio.
Ejemplo de esto último es la incapacidad para deshacerse de la muñeca. Si fuera un asunto económico se entendería. Si hubiera una obsesión de coleccionistas, también. Pero el argumento para mantenerla en casa es de carácter sentimental, ya que finalmente es un obsequio del marido, quien sin duda es incapaz de ver lo siniestro del aspecto físico, ya sea de ese objeto, del departamento que renta o de la iglesia a la que asiste.
Si a eso le aunamos la incapacidad del director para construir correctamente sus escenas llegamos a un callejón sin salida. Pongo un ejemplo. Cuando la mujer se levanta de la mesa y va a quitar el disco de vinilo que se estaba reproduciendo, el plano que se compone es anormal para el cine de Hollywood en general y para la película en específico.
A la izquierda queda el reproductor de acetatos desactivado. A la derecha vemos a la señora. De manera ordinaria ella ocuparía un espacio predominante en la composición. Pero como seguimos viendo el tocadiscos, el director nos advierte que se va a volver a encender. Estas anticipaciones no ayudan al relato en su conjunto, lo vuelven aburrido y previsible.
El género del horror se relaciona con el thriller, es decir, con las películas que buscan una reacción de miedo y ansiedad en el espectador. No es un arte cinematográfico menor: es muy difícil lograr ese efecto. Alfred Hitchcock buscó perfeccionarlo a lo largo de casi 70 películas y programas televisivos y explicarlo en una larga entrevista. Los realizadores de Annabelle deberían hacer una lectura cuidadosa de El cine según Hitchcock, el libro de François Truffaut.
Quizá así hubieran sido conscientes de cómo se desperdiciaron las extraordinarias posibilidades del sonido producido por fuentes invisibles e indefinidas que puede envolver y amenazar a los personajes: en Annabelle se convierte simplemente en la presencia de unos vecinos incómodos en el piso superior.
Es cierto que Hitchcock y Truffaut señalan que es necesario que el espectador tenga un cierto grado de información para prever lo que va a ocurrir y por lo tanto - vía el manejo adecuado de la fotografía y la edición – padecer momentos de angustia similares a los de los personajes en pantalla.
Pero el director John R. Leonetti en Annabelle recurre constantemente (y de manera torpe) a las anticipaciones y repeticiones. Si en un dibujo infantil hay una carriola arrollada por un camión mas delante deberemos ver esa escena, que por cierto es uno de los peores ejemplos de la falta de lógica y congruencia que imperan en todo el film. Si vemos constantemente un edificio en contrapicada es porque alguien se va arrojar de la ventana.
Retomando un ejemplo anterior, si seguimos viendo el tocadiscos es porque se va a prender solo. Y así toda la película, hasta llegar a la horrible escena del elevador. Y no horrible por el horror que produce, sino por lo mal planeada y ejecutada que se encuentra.
La noche finalmente valió la pena por el sentido de comunidad fugaz que se hace cuando se ve una película de miedo. Los chavos, que pudieron usar el humor como mecanismo de defensa ante la ansiedad, finalmente lo pusieron en juego para defenderse del mal cine. Y en eso estábamos juntos.

1 comentario:

  1. Jajajajajajajaja �� Creo que no iré a ver Annabelle, pero muchas gracias por la recomendación del libro "El Cine según Hitchcock" de François Truffaut, ahora ya tengo un nuevo libro por leer, también debo agradecerle por compartir con nosotros sus críticas ,pues son un gran aporte cultural por lo menos para mí. Buena noche ��

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