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lunes, 23 de febrero de 2015

Un hombre pájaro alzó el vuelo: el Oscar 2015


En la entrega de los Óscares del año pasado se celebró la incorporación de los mexicanos a la industria estadounidense del cine. Tuve oportunidad de escribir que Alfonso Cuarón ganó elpremio de la Academia por ser Gravedad (Gravity. 2013. Estados Unidos y Reino Unido) una película al gusto de Hollywood y no porque fuera el mejor film de la competencia.
Anoche otro mexicano no sólo ganó, sino que arrasó con la mayor parte de los premios Oscar en sus categorías más importantes: mejor guión, mejor director y mejor película, a los que habría que sumar el reconocimiento que por segundo año consecutivo ganó Emmanuel Lubezki por su trabajo como cinefotógrafo.
Este año si puedo decir que Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia (Birdman. Alejandro González Iñárritu. Estados Unidos. 2014.) era la mejor película de la competencia. Gravedad no lo era, pero respondía muy bien a las exigencias de Hollywood. Sorprende que Alejandro González Iñárritu haya podido ganar con un filme absolutamente personal donde desplegó sus obsesiones temáticas con un estilo complejo y utilizando metáforas arriesgadas. Mientras Alfonso Cuarón se incorporó, González Iñárritu se impuso. El creador de Birdman hoy amaneció siendo uno de los hombres más influyentes de Hollywood. Tal es el tamaño de su mérito.
Emmanuel Lubezki, con este segundo Óscar, finalmente será reconocido como uno de los grandes maestros de la luz. Su trabajo será estudiado y sus filmes revalorados. La aventura de los cineastas mexicanos que se fueron de su país por que aquí no podían hacer películas acaba de dar un giro inesperado.
Estos cineastas se incorporan al extenso grupo de migrantes han logrado puestos de poder e influencia en el sistema de estudios de Hollywood. Ernst Lubitsch, que llegó de Alemania en los años de 1920's, llegó a ser jefe de la Paramount. Alfred Hitchcock llegó desde Inglaterra hasta un alto puesto de dirección en ese mismo estudio. Michael Curtiz, húngaro que en algún momento ni siquiera sabía hablar bien inglés, llegó a ser uno de los directores más prolíficos y populares del sistema: dirigió 172 películas.
Igual que los cineastas mexicanos estos directores llegaron buscando condiciones opuestas a los límites y las dificultades políticas, económicas y técnicas que les ofrecían las industrias fílmicas de sus países de origen. Lubezki, pionero mexicano en este tránsito reciente, no hubiera podido experimentar en México con las posibilidades de la composición digital de Gravedad ni con la luz natural con la que hizo El árbol de la vida (The Tree of Life. Estados Unidos. 2011) y otras películas de Terrence Malick.
Lo mismo puede decirse de otros fotógrafos mexicanos: Rodrigo Prieto ha trabajado con Martin Scorsese, Ben Affleck (mucho mejor director que actor), Spike Lee y Ang Lee. Guillermo Navarro es el hombre de la cámara en grandes éxitos de taquilla como Titanes del Pacífico (Pacific Rim. Guillermo del Toro. Estados Unidos. 2013.) y la saga que transcurre Una noche en el museo. Y como ellos hay más. México, su cultura visual y sus escuelas de cine han formado grandes fotógrafos, incluyendo a algunos que siguen trabajando en nuestro país como Sergei Saldívar Tanaka.
Quizá por ello el segundo Oscar a Lubezki no termina de sorprenderme, como si lo hace el premio a mejor guión que se llevó el equipo encabezado por Alejandro González Iñárritu. Mi percepción es que la capacidad narrativa mexicana va la a saga de sus capacidades visuales.
Las mejores películas de Iñárritu han sido las que tenían los guiones más lineales y las estructuras más simples: Biutiful (México y España. 2010) y Birdman. Antes de ellas las pirotecnias narrativas supuestamente complejas e inteligentes de los guiones de Guillermo Arriaga solo servían para deslumbrar a despistados.
Por el contrario el guión de Birdman lleva perfectamente soldadas la intención temática, la estructura temporal, el desarrollo de los personajes, los cambios de tono y los distintos planos de realidad que maneja. No tiene pierde. Corresponde ampliamente, además, a la propuesta estética de la película en su conjunto.
Y el Oscar a mejor dirección para Iñárritu es el reconocimiento a sus logros geniales en una puesta en escena arriesgada y rigurosa: la película da la impresión de haber sido hecha en su mayor parte en un solo plano. Esa simple apariencia es algo muy complejo y delicado. Pero funciona perfectamente por que así es como se percibe el tiempo y el espacio, de manera continua, en el teatro. Y este es el universo que se recrea en la película.
La selección de grandes actores y el trabajo con ellos, siguiendo el juego que les ha propuesto el director y para el que son perfectamente aptos, tiene su mejor ejemplo en Michael Keaton, que desafortunadamente no se llevó el Oscar que realmente se merecía. Lo que si ha obtenido es una especie de redención, al ser reconocido como lo que es: un actor grande y serio.
Y finalmente, que un filme como Birdman o la inesperada virtud de la ignorancia, siendo como es una obra arriesgada formalmente y de una concepción autoral personalísima, haya obtenido el reconocimiento a la mejor película es una cereza inesperada en el pastel.
El contexto no era propicio. La crisis política de México, a la que hizo alusión González Iñárritu en uno de sus discursos de aceptación, es apenas una evidencia del terrorífico estado que guarda la nación, por utilizar los términos del Papa Francisco I. Esto se suma a todas las trabas que está viviendo la reforma migratoria en los Estados Unidos.
Visto el contexto, de manera global, cómo no iba a ser una buena noticia los premios para Birdman. Cómo no despertarnos con una sonrisa al día siguiente de la entrega de Óscares. Por lo menos hemos recibido una buena noticia: el hombre pájaro alzó el vuelo.

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